El filósofo presocrático Heráclito entendía la enantiodromía como una parte fundamental de su visión del mundo, centrada en el cambio constante y en la unidad de los opuestos. Para él, todo está en un flujo permanente, y la armonía del universo emerge del conflicto y de la interacción de los contrarios. Creía que el exceso de una fuerza eventualmente conduce a su opuesto, manteniendo así el equilibrio dinámico del cosmos. Este concepto subraya la creencia de Heráclito en el conflicto como motor del cambio y en la necesidad de opuestos para la existencia del orden el en el universo.
Jung se basó en Heráclito para definir psicológicamente la enantiodromía como el proceso por el cual algo se convierte en su contrario. Consideraba válida la propuesta de Heráclito de ver la vida como un juego de contrastes, según el cual todo lo que es, pasa a ser su contrario. Cita al filósofo, quien afirma: “Lo vivo se convierte en muerto y lo muerto en vivo, lo joven en viejo y lo viejo en joven, lo despierto en durmiente, lo durmiente en despierto: la corriente del engendrar y el fenecer no se detiene nunca” (Jung, Tipos psicológicos).
Samuels dirá que la ley de la enantiodromía se subordina al principio de compensación de Jung, el cual busca establecer o mantener el equilibrio dentro de la psique. Jung descubrió una compensación demostrable empíricamente que opera en los procesos psicológicos, y que corresponde a las funciones auto-reguladoras del organismo. Consideraba esta actividad compensatoria del inconsciente como el equilibrio de cualquier tendencia hacia la unilateralidad por parte de la consciencia. Los contenidos reprimidos por la orientación consciente del individuo pasan al inconsciente y forman allá una polaridad contraria a la consciente. Esa oposición se fortalece con cualquier aumento de énfasis en la actitud consciente hasta llegar a interferir con la actividad de la consciencia.
Siendo compensatorio, el punto de vista de lo inconsciente siempre será inesperado, y aparecerá de forma diferente al punto de vista asumido por la consciencia. Como escribió Jung, “todo proceso que se adelanta demasiado, inmediata e ineludiblemente trae compensaciones a la superficie” (OC 16, Par. 330).
Eso explica el concepto de enantiodromía. Menciona Jung que usa el término enantiodromía para caracterizar un fenómeno que ocurre siempre que una tendencia extrema y unilateral domina la vida consciente, y que con el correr del tiempo, aparece una posición contraria inconsciente igualmente poderosa, que inicialmente inhibe la tendencia consciente pero luego llega a conquistar el control consciente (“Definitions”, ibid., pár. 709).
Como ejemplo de enantiodromía, Jung menciona el caso de San Pablo. Conocido como Saulo de Tarso, era un férreo perseguidor de los cristianos, dedicado a la supresión del naciente movimiento cristiano. Sin embargo, experimentó una conversión profunda en el camino de Damasco, tras lo cual se convirtió en un apóstol del cristianismo, dedicando su vida a predicar el Evangelio que antes intentaba destruir.
Para Jung, la enantiodromía constituía un “principio que gobierna todos los ciclos de la vida natural, desde el menor hasta el mayor” (OC 6, Par. 708) y que “la única persona que escapa a la rígida ley de la enantiodromía es el hombre que sabe cómo separarse del inconsciente” (OC 7, Par. 112). Si el individuo no logra esa separación, dependerá siempre del mecanismo auto regulador de la psique, que causará irremediablemente el debilitamiento del control del yo (Samuels).
Indagando sobre el orígenes de los polos opuestos, Neumann propone que en las etapas tempranas del desarrollo psicológico individual, la consciencia aún no se ha diferenciado claramente del inconsciente, lo que permite que los opuestos coexistan sin conflicto aparente dentro del inconsciente. Esta fase corresponde al estado de indiferenciación original. Pero luego, cuando la consciencia comienza a separarse del inconsciente, se inicia el proceso de reconocimiento y diferenciación de los opuestos. Y una vez que la consciencia se ha separado del inconsciente, los opuestos que antes coexistían en un estado de indiferenciación comienzan a ser reconocidos por la consciencia. Esto puede generar tensión, ya que la consciencia tiende a identificarse con un polo de un opuesto, reprimiendo o ignorando el otro. La enantiodromia actúa como un mecanismo de compensación ante este desequilibrio: si un opuesto es reprimido o negado por demasiado tiempo, la psique tiende a moverse hacia ese opuesto reprimido en un intento de restablecer el equilibrio. Para Neumann, entonces, la enantiodromia después de la separación de la consciencia del inconsciente representaría un intento de la psique de volver a un estado de totalidad, reconociendo e integrando los opuestos que fueron diferenciados. Este proceso es crucial para el desarrollo psicológico, ya que promueve la integración de los aspectos inconscientes en la consciencia, un paso esencial hacia la realización del sí-mismo o self, que es el objetivo del proceso de individuación.
La enantiodromía se experimenta típicamente junto con síntomas asociados a neurosis agudas, ya que normalmente la compensación es un regulador inconsciente de la actividad consciente, Sin embargo, cuando existe un disturbio neurótico, en el inconsciente aparece un contraste tan fuerte con el estado consciente, que el propio proceso compensatorio se ve perturbado. Así, la neurosis puede verse como un síntoma de la lucha interna del individuo contra el proceso de enantiodromia, una señal de que el equilibrio psíquico necesita ser restaurado. El análisis junguiano abordaría este desequilibrio explorando y tratando de integrar los aspectos inconscientes que están siendo compensados por medio de la enantiodromia, con el objetivo de alcanzar una mayor armonía y salud psíquica. Jung decía: “El objetivo de la terapia analítica, por lo tanto, es una comprensión de los contenidos inconscientes, a fin de que la compensación pueda ser restablecida” (CW 6, Par. 693 y sigs.).